Por: Bernardo Moncada Cárdenas…
A Celina Antonieta
Fraternalmente, a las comunidades monásticas de Venezuela
En mi país, la devoción por San Antonio es generalizada. Un fenómeno latinoamericano, la invocación a San Antonio para solucionar una amplia variedad de problemas triviales y no tanto, desde buscar un tornillo perdido hasta encontrar pareja. San Antonio de Padua fue un gran predicador franciscano, en verdad proveniente de Lisboa, cuyos sermones en el siglo XIII le valieron el título de Doctor de la Iglesia y cuyas virtudes le elevaron a los altares en tiempo bastante breve. El 13 de junio, fiesta dedicada a este santo, son especialmente coloridas y fervientes las celebraciones en el estado Lara, donde la inculturación cristiana ha producido el riquísimo fenómeno folklórico llamado Tamunangue. Quizá mi hermana, única flor en una dinastía de seis varones, fue un pedido de nuestra madre a San Antonio de Padua, nacida el día de San Antonio Abad. Su nombre brilla recordando ambos.
Hoy miércoles, en cambio, es 17 de enero y el santoral católico celebra a San Antonio Abad, llamado San Antonio el Grande. Muy probablemente, en su honor recibió su apelativo el de Padua, sin embargo, para nosotros es un santo poco conocido. Este santo del siglo IV fue delineando con su vida de ascetismo y recogimiento lo que en la historia ha sido la tradición monástica de occidente. Fue un rico campesino egipcio, nacido en familia cristiana, quien vendió sus bienes y los distribuyó, retirándose a vivir entre las tumbas de un cementerio. Decía desafiar de esa manera el temor a la muerte, y proclamar la certeza de la resurrección. Ya existía la tradición de los cenobios orientales, así que pidió la guía de uno de ellos para centrar su existencia solitaria en Cristo. Al extenderse su prestigio, acudieron numerosos jóvenes a quienes dirigió y organizó en una vida de oración y trabajo, precursora del ideal monástico benedictino. Sin embargo, cumplida esta etapa, volvió a distanciarse hacia la soledad. Fue rebelde a todo menos al Evangelio, y su historia, así como sus breves escritos, los Apotegmas, fue recogida con devoción por San Atanasio. No fue un hombre de estudios, pero sus intuiciones le llevaron a sembrar lo que un siglo después formalizaría San Benito de Nursia.
La disciplina del trabajo consciente y constante, impregnado de sentido a través de la oración, la disciplina de una vida comunitaria hecha de soledades que marchan juntas en armonía, la intensidad psíquica atemperada por la paz que nace en la meditación y la plegaria común, son características de este ideal de vida que reconstruyó Europa tras la caída del Imperio Romano, poblándola de comunidades concentradoras e irradiadoras de cultura, productivas y seguras, sectores del tejido social hecho jirones, desde cuyo orden surgieron el ejemplo y los recursos que atrajeron, unieron y organizaron las tribus bárbaras.
Por un momento suspendo la descripción elogiosa de una historia quizá remota para hacer mención de que esa tradición está presente en Venezuela hoy. Desde la llegada de los benedictinos alemanes que fundaron San José del Ávila, en la Caracas de 1923, Venezuela ha visto fundar dos nuevos monasterios de ideal benedictino: Nuestra Señora de Coromoto en las montañas de Humocaro, Lara, y Nuestra señora de Los Andes, en las montañas australes de Mérida. Desde sus retiradas ubicaciones, parecen fenómenos brotados de la tierra, ajenos al anarquía que nos rodea y nos agrede, para surtir un efecto semejante al que los hijos de San Antonio y San Benito surtieron en aquel tiempo y aquellos parajes de la arcaica Europa. Los benedictinos y trapenses influyen en el entorno y resisten el dantesco desorden, con eficiencia que viene de su labor y su oración.
En la fe nos sumamos a la oración y, en la vida, sumémonos tenazmente al trabajo sin pausa que nace de encontrar un sentido a la vida en el puesto que nos toque, aunque no tengamos gran incidencia en política. Solamente así, como inspirados por Antonio Abad y Benito de Nursia, podremos vivir y ayudar a superar este penoso momento de nuestro país.