Con fundamento: Un “todos” que es cada uno

Por Bernardo Moncada Cárdenas…

«…Sin embargo, nos enteramos de que algunos de Ustedes viven ociosamente no haciendo nada y entrometiéndose en todo» (Pablo, Tesalonicenses 2)
«Todos para uno y uno para todos» Alejandro Dumas

Las palabra “redes” es usada en el mundo de hoy con el sentido informático de interconexión de líneas o usuarios de las mismas, pero originariamente tiene significados menos sofisticados, como “aparejo hecho con hilos, cuerdas o alambres trabados en forma de mallas, y convenientemente dispuesto para pescar, cazar, cercar, sujetar, etc.”, o “Conjunto de personas relacionadas para una determinada actividad, por lo general de carácter secreto, ilegal o delictivo: Red de contrabandistas” (Diccionario Real Academia). Viene a colación por el extendido fenómeno del uso de redes sociales, sobre todo en los estratos medios de la población (la Venezuela de hoy cuenta con el flagelo de los llamados ‘pranes’, reos que se imponen como caciques en las cárceles, desde donde irradia hacia afuera el poder que acumulan, y quienes pueden figurar como una nueva clase media alta, adicta al uso delictual de las redes y experta en ello). En las más populares, léase sobre todo Twitter, y en menor grado Instagram y Facebook, la palabra redes tiene la particularidad de poderse usar con los tres significados al mismo tiempo; así es por los contenidos que en ellas viajan. Claro que en primer lugar son modos de interacción y encuentro virtual, pero sirven de maravilla además para determinadas actividades “por lo general de carácter secreto, ilegal o delictivo”, relacionadas casi siempre con su función adicional de “pescar, cazar, cercar, sujetar”.

En un ambiente social conflictivo y cargado de cambiantes e inmaduras emociones, con choque de opiniones desconsideradamente extremas y mal digeridas, las redes –que en otros conflictos recientes del mundo han servido eficazmente como burla a la censura y cauce de la democracia expresiva de los pueblos- se tornan terreno minado donde hay que pisar cuidadosamente. Con precaución que nunca es exagerada, y cargado de misericordia para no corresponder al odiador con odio, uno entra a nuestro twitter a encontrar un 75% de desatinos, desinformación y difusión de clichés generados en guerra psicológica. Un pantano parece, de cocodrilos de diferentes colores, mordiéndose entre sí a la espera que caiga un poco de carne incauta; en el centro, el gran reptil que sí sabe con qué intención mete moscas en las orejas. De cuando en vez se encuentra algo que secundar, alguien con quien debatir sanamente.

Es fácil enredarse en estas redes.

La política, esa vocación humana de lograr un consenso vivible entre quienes ven la vida de distinta manera, ese “arte de lo posible”, debería encontrar su lugar ideal en el espacio democratizado de las redes donde el requisito mínimo es sencillamente saber escribir y manipular las aplicaciones. Si la política es fundamental para construir una nación de ciudadanos del mismo país, viviendo y produciendo en paz para el bien de todos. ¿Cómo es que en nuestras redes se promueve preferentemente el extremo disenso y la anti-política?, ¿Cómo es que pareciera quererse destruir una nación secundando las tentaciones divisionistas y el “Quítate tú pa’ poneme’ yo”?

El pasado domingo, después de las manifestaciones con las que la gran mayoría de nuestros estados y ciudades acudieron al llamado del Presidente de la legítima Asamblea Nacional y Presidente encargado del país que la mayoría de venezolanos reconoce, las redes amanecieron llenas de descalificaciones, desconociendo el brillo de la jornada que desafió la atmósfera de desánimo e inercia que parecía imposibilitar tal hazaña. Ese mismo día, San Pablo nos amonestó en las lecturas de cada parroquia venezolana contra quienes viven “no haciendo nada y entrometiéndose en todo”.

Después de lo mostrado el sábado, bien pudiésemos decir al Apóstol de los Gentiles que esos, los que “viven ociosamente” dedicados a difamar en redes y chats a quienes viven haciendo, están en minoría aunque tanto cacareen. En esta dura circunstancia, aumenta el número de venezolanos que adoptan el futuro de Venezuela como un problema personal que depende de un “Todos”, en corresponsabilidad. Porque se trata de un “Todos” que es cada uno, una nación donde la persona aparece y destaca reduciendo cada vez más los habituales pretextos. Esa nueva persona venezolana será quien, por encima de quien tome las riendas del gobierno, haya de conformar la Venezuela que se aproxima. Es tuya, es mía ¿De quién, si no, es el país?