Con fundamento: ¡Vaya cuarenta dias!

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Tiempo de arrepentimiento y conversión, tiempo de oración, ayuno y caridad, la Cuaresma trae memorias de los cuarenta días de Noé en el Arca durante el diluvio, los cuarenta años del rebelde pueblo de Israel en su travesía desértica rumbo a la Tierra Prometida, los cuarenta días de Jonás atravesando Nínive y el prolongado ayuno de cuarenta días de Jesús Nazareno en el desierto. En ayuno y soledad, el Hijo del Hombre se preparó para padecer el cúmulo de injusticia, envidia, crueldad y abuso de poder que se abatiría sobre Su humanidad hasta hacer que, siendo Dios mismo, probase la muerte en solidaridad con nosotros.

Y “viene a cuento”, como se dice, porque la serie de eventualidades que ha sacudido a nuestro pueblo en estos cuarenta días ha sido precisamente fuera de serie. Desde el primero de marzo hemos visto abatirse la plaga de la inflación con saña aumentada sobre nosotros, al liberarse precios (y no para permitir ganancias justas al productor nacional, sino para pagar importaciones de bienes esenciales con costos de un dólar respecto al cual nuestra moneda sigue empequeñeciéndose), hemos visto recrudecer la represión como política de estado, se han incrementado el delito y la crisis de atención hospitalaria, se han hecho presentes de nuevo las infernales colas en las gasolineras, y las universidades autónomas han sufrido en esta Cuaresma la escalada del acoso y el asedio armado. Mientras tanto, ofreciendo un ilusorio beneficio continúan los intentos de sarcástica seducción populista, ahora con el célebre carnet de la patria. Vemos –finalmente- culminar la Cuaresma venezolana con el canallesco disparate de las “sentencias”, como bien las entrecomilla el jurista y ex magistrado Moisés Troconis, 155 y 156 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Queda todavía ver las consecuencias y reacciones que ese desaguisado ha de traer durante estas últimas jornadas que faltan, para completar nuestra penitencia y ayuno ¡Vaya cuarenta días! ¿Es ésta una Cuaresma o el Apocalipsis?

La Cuaresma no es exclusiva de la feligresía venezolana, pero pareciera que toda la expiación de sus cuarenta días hubiese venido a caer sobre esta Tierra de Gracia. La pregunta, después de pensar si nuestros padecimientos tienen salida, es ¿Tiene todo esto algún sentido?, ¿Hay alguna razón para que esto se haya instalado entre nosotros ya por casi dos décadas? Y efectivamente vuelve a ser momento de revisar honestamente nuestra pasada conducta para comprender no solamente cómo vinimos a dar en la presente situación, sino qué ha contribuido en nuestras actitudes para consolidar y perpetuar el régimen aunque su apoyo numérico se haya reducido hasta ser casi invisible.

Frente a nuestra perplejidad viene en ayuda el comunicado recientemente emitido por la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana. Cierta prensa reseña una vertiente un poco escandalosa titulando: “LOS OBISPOS LLAMAN A DESOBEDIENCIA CIVIL”, pero en realidad no llaman a actos concretos; los prelados diagnostican a mayor profundidad haciendo la siguiente observación sobre la conducta de mandatarios y líderes: “Pareciera que todo gira en torno a lo político, entendido como conquista del poder…, olvidando que las necesidades reales de la gente reclaman otra visión”. Y no se quedan en reclamos a los máximos responsables de la conducción del país. En cuanto a la polarización que se ha tornado modus vivendi de tantos compatriotas que siguen a los dirigentes escriben: “Desconocer la existencia del otro y sus derechos es… destruir toda posibilidad de convivencia democrática y plural”. Exhortan, además, a “generar gestos valientes e iniciativas innovadoras que motiven a esperar contra toda esperanza”, tarea a la cual convocan a todos por igual según su respectiva posición. Pide el Comunicado salir de la pasividad, la cobardía y la desesperanza, y aprovechar el ambiente propio de la Semana Santa para abrazar al otro, “en medio de las naturales diferencias propias de los seres humanos”, manteniendo la esperanza, la alegría y la solidaridad, entendiendo mejor lo que es vivir en sociedad.

En otras palabras, nos sugieren los obispos sacar provecho de las penurias de estos días, para reconocer en qué hemos errado como guías políticos y como nación, y convertirnos; optar por esa “otra visión”. Entonces, como pasa con todo justo sacrificio, dejando de preguntarnos por qué comenzaremos a comprender para qué.

Los cuarenta días desembocan en la Pasión y el Triduo Pascual que responde al mal, arrogante y triunfal, con el bien inmenso de la Resurrección. El Resucitado prometió y promete, además, la venida del Espíritu Santo, evento a raíz del cual sus atemorizados discípulos fueron impregnados con sobrenatural lucidez y valor ilimitado, impulsados a llevar al mundo la novedad que vino en la presencia y enseñanza de su Maestro. Tal fue la fuerza que recibieron que hoy, tan lejos de aquella sufrida Palestina en el tiempo y distancia, muchos les seguimos y comentamos, conmemorando nuestra Cuaresma con el deseo siempre presente de lograr esa nueva visión y lanzarnos en una nueva misión.

La Cuaresma y la Semana Santa pueden entonces, en efecto, ser un “Apocalipsis” en el buen sentido, recordando que esta palabra verdaderamente no significa catástrofe ni fin de mundo, sino “Revelación”, algo que abra nuestros ojos y nos lleve a sopesar, con sinceridad, nuestras responsabilidades y potencialidades.

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