Contagio por solidaridad

Por: Rosalba Castillo R…

En el primer trimestre del 2020 las agendas se paralizaron y el mundo se fue tras puertas por ese enemigo invisible que nos espera en cualquier lugar: COVID -19. La realidad global se vio afectada y nuevas medidas sanitarias se han impuesto para proteger a los ciudadanos.

El mundo hace un alto y la sociedad reacciona con una contaminación de solidaridad, de generosidad a todas las personas de la biosfera. Este momento nos descubrió en nuestra justa vulnerabilidad como humanidad. La reacción más visible ha sido la empatía. Sacamos lo mejor de muchos. Las reacciones de individuos que se organizan para dar socorro a otros se han hechos virales en apenas muy escaso tiempo. A diferencia de otras pestes, ahora contamos con el valioso medio digital para juntarnos en rescate a los otros.

Gracias a que somos una sociedad conectada a través de las redes sociales e internet, entrar en contacto para hacer frente a un peligro como grupo, y no como individuos aislados, es más efectivo. Este momento nos recuerda «que somos el otro» y que «debemos cuidar para que nos cuiden» Se cree que está en nuestro ADN el chip para ayudar y se recomienda como terapia para el bienestar y sentir que se contribuye a un buen principio global.

Y así lo hemos asumido: desde jóvenes que se ofrecen a hacer la compra hasta profesionales que pasan consulta gratis o dan grandes donativos; desde empresas que se dedicaron a hacer tapabocas, mascaras, trajes de bioseguridad, jabones y gel antibacterial; restaurantes que se convirtieron en comedores; empresas que hacen entregas a domicilio; grupos de apoyo sicológico en línea; músicos al servicio de los vecinos; gente que ofrece sus conocimientos o también medios de comunicación que trabajan desde casa o casi en solitario.

Pero hay más, médicos que brindan consultas gratis vía online o en centros de salud durante largas jornadas; madres que se convirtieron en docentes; maestros que dan clases a sus alumnos por internet; librerías que entregan en la puerta de sus clientes; iglesias que se reinventan; personas que adoptan adultos mayores; fundaciones en pro de los animales abandonados; apps para el reencuentro; la gente responde al #Quédate en casa. En fin, los vecinos dan apoyo. Así el voluntariado se activa. Vivimos un momento de exceso de generosidad. Un antes y un después en nuestras vidas. Decisiones espontáneas de entrega y solidaridad son tendencia en nuestras plataformas digitales, comunidades, familias, países y a lo ancho y ajeno del mundo, como diría Ciro Alegría.

El principio de solidaridad debe ocupar un puesto central en los planteamientos y propuestas políticas de los tiempos por venir. La solidaridad supera al egocentrismo buscando la igualdad ética de todos los sujetos. Es un principio axiológico de la vida social que pretende ser auténticamente humano, fundiéndose los valores de empatía y participación, buscando la igualdad y la hermandad de los hombres.

Filósofos de todas las épocas han estudiado la relación entre los diferentes individuos con el resto de la sociedad; la mayoría consideran que nace en ellos un sentimiento de filantropía, de altruismo, de humanitarismo, de defensa y cooperación con los otros. El hombre necesita convivir con el otro, ayudar en la creación de lazos sociales que unen la sociedad. Ésta es la ética solidaria.

Hablar de solidaridad cobra cada vez más fuerza en la discusión acerca de los valores y derechos fundamentales, de modo que solidaridad, junto con libertad, igualdad y justicia, se ha convertido en un concepto del ascenso social y del sentido del cambio estructural de la sociedad. Recientemente escuchamos el discurso la canciller alemana Angela Merkel, haciendo una convocatoria a la personal responsabilidad, para respetar las pautas preventivas y la importancia de cada uno en la respuesta de ese país  a la crisis. Haciendo uso la palabra solidaridad como clave para hacer frente al Covid-19.

Desde el gran silencio de la realidad venezolana, donde registrar información termina convirtiéndose en un acto delictivo, en un momento tan álgido como este, recurrir a las redes de la solidaridad es inminente. Hay muchos sectores que son invisibles. El día a día de un país donde no alcanzan los alimentos, los servicios públicos, las comunicaciones, la salud, el estado, la vida no funciona, convocar a la práctica de la generosidad se incrementa cada vez más para dar cierta respuesta a la crisis. En tiempos difíciles la fraternidad es lo que puede ayudarnos.

Acciones de benevolencia, han impregnado el país. Diferentes sectores, a pesar de la distancia, han unido esfuerzos en diversas áreas. Reinventarse en la trasferencia de experiencias, conocimientos, metodologías para poder llegar a la mayor cantidad de beneficiarios y así hacerle frente al momento.

Reflexionemos desde la incertidumbre. Nos queda activar nuestros corazones, nuestras iniciativas, nuestros valores sociales en este contexto en el que nos ha tocado ser protagonistas. Seamos una mejor versión y así ayudamos a superar nuestra realidad. Construyamos y enseñemos solidaridad.

Algún día la pandemia será de amor.

Rosalba Castillo R.

rosaltilo@yahoo.com