Default de la Política

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

Default es una palabra de origen anglosajón que quiere decir o alude a hacer algo por defecto o de manera predeterminada. Mayormente se utiliza en el contexto financiero cuando una persona, un grupo, una corporación o una Nación no puede cumplir con sus compromisos en los términos financieros acordados. Lo cierto es que el default permite la búsqueda de soluciones favorables para las partes, negociando nuevos términos creíbles y de fiel cumplimiento para evitar la quiebra inminente. En Venezuela en el contexto presente pareciera que la política se encuentra en un estado de atraso, ya que los actores no son capaces de cumplir con las promesas ofrecidas a la sociedad, incluyendo tanto a quienes detentan el poder, como a quienes los adversan.

El país tiene una deuda financiera inmensa poco documentada, el régimen en su manía de ocultar todo, abrazo una deuda comercial y financiera con nula inversión productiva, dejando a los ciudadanos hipotecados hasta el tuétano. La deuda social es mucho mayor: indigencia, pobreza, desempleo, servicios públicos destruidos y una muy baja productividad del sector público y privado. Ambas deudas, con variadas consecuencias, comprometen el futuro de la Nación, si no se inicia rápidamente, un proceso de amortización de ellas. Esto significa, como mínimo, dar señales, expectativas que ambas deudas dejaran de crecer y brindar argumentos para prever su declinación. Obviamente la pandemia lo ha empeorado todo, amén del manejo negligente de la emergencia sanitaria por parte del régimen. Ante esta realidad la clase política ofrece soluciones fantasiosas e ilusorias que producen un mayor rezago, incrementando sobre todo la deuda social.    

El régimen por un lado mantiene su camino de no ceder el poder en lo mínimo, ni siquiera compartirlo, a pesar de los fenómenos políticos presentes, producto de condiciones económicas y sociales insoportables. Las sanciones generales han producidos desastres financieros, en el sistema de flotación del régimen, desafortunadamente esto impacta a los ciudadanos y en específico a los más necesitados, quienes dependen de la migaja del Estado. Implementan maquillajes y coloretes que no resuelven los problemas. Las negociaciones asomadas generan profundas reservas y desconfianzas, por la actitud de mala fe, del régimen, quien siempre intenta ganar tiempo en la mesa, sin comprometerse en lo mínimo. Con morosidad política será muy difícil conseguir recursos externos e internos para realizar las inversiones urgentes, que requiere el aparato productivo, en procesos transparentes y no repartos de botines, que es lo que se ha observado en los últimos meses. Los indicadores sociales y económicos muestran la incapacidad del régimen, para cumplir con los compromisos asumidos, situación que profundiza la quiebra social de la Nación.

Por otro lado, la oposición con reconocimiento internacional, utiliza esa capa para ofrecer soluciones de ensueño, sin soporte en la realidad interna que padece el ciudadano, dejando a la sociedad a la deriva. Esperan que la comunidad internacional derivado de la presión consiga condiciones políticas, para la participación, sin realizar esfuerzos importantes internamente para aliviar la deuda social presente. Los intereses particulares prevalecen sobre el interés nacional, luchan por símbolos y siglas, y no por la democracia. Denuncia al régimen como autocrático hegemónico, manejado por carteles y criminales y le piden condiciones lectorales para participar. Mayor incongruencia es incomprensible. Mantienen una ilusión de continuidad administrativa y un gobierno interino a perpetuidad, mientras los ciudadanos soportan condiciones económicas y sociales miserables. El ejercicio de la política en mora, por parte de esta clase que no comprende las realidades internas, muchos actores interpretando desde las comodidades que da el exilio dorado, y otros internamente vociferando iracundamente, con la observación complaciente del régimen.

La oposición sentada en la mesita, juega a derrotar al régimen comiendo en el mismo plato, creen como debe ser en la participación electoral como alternativa para resolver el problema político. Sin embargo, no logran avanzar en la representatividad, mientras exista un divorcio entre las promesas y las posibles ejecutorias, las masas seguirán esperando por una mejor conducción. Es cierto que existe un rechazo mayoritario al régimen, por arriba del 80 %, según algunos estudios, no es menos cierto la crisis de representatividad de los partidos políticos, que en la sumatoria de todos incluyendo el PSUV no alcanzan el 25 %. Los intereses particulares también están presentes en esta coalición, algunos se conforman con una tajada de la torta electoral, sin realizar grandes esfuerzos, mientras otros no logran sumar nada y prefieren las migajas recibidas por cortesía de los consensos.

En este marco será difícil, no imposible que se pueda recupera la democracia en Venezuela, la política debe comenzar a amortizar la deuda acumulada con la sociedad. Les toca a los políticos abandonar sus posiciones de partidos, grupos y coaliciones para unirse en un frente único y unitario independientemente de símbolos, siglas y posiciones. Es la hora de la Nación, se necesita de actores políticos de diferentes orígenes y procedencia dispuesto a evitar el default de la política, realizando el esfuerzo y el sacrificio que sea necesario hacer, en este momento.         

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28-06-2021