Juicios descabellados en relación a Jesús

Este tipo de juicios, podríamos también decir “acusaciones incoherentes”, los especifica el evangelio de Marcos 3, 20-22. El primero Marcos lo relaciona con los parientes de Jesús, «fueron a buscarlo para llevárselo, pues decían: “Se ha vuelto loco”» (v.21); el segundo, el mismo escritor sagrado lo pone en la mente y en los labios de unos maestros de la ley llegados de Jerusalén: «“está poseído por Beelzebul, jefe de los demonios, y con su ayuda expulsa a los demonios”» (v.22).

A partir de tales juicios surge la pregunta: ¿afectaban la identidad más profunda de Jesús? Sí, porque Él no se elude sino se alude en su total conciencia de Hijo de Dios e hijo del Hombre, y esto lo refleja como fundamento legítimo para quienes al oír tales juicios experimentasen perturbación, desorientación y escándalo.

Ahora, concerniente a la opinión de los parientes de Jesús, seguramente la admitieron por las distintas suposiciones que lo describían como inadecuado a la visión tenida sobre el hombre común y corriente; por ej., véase Juan 9, 16: «“¿cómo puede un hombre hacer semejantes milagros?”». Por supuesto, Marcos detalla en el capítulo señalado, particularmente de los versículos 23 al 30, a un Jesús no angustiado por alguna ignorancia de su identidad, o inutilizado de alguna dimensión radical de su ser, sino triunfador sobre las ambigüedades, pues esos versículos, donde Jesús mansamente alecciona a los maestros de la ley, evidencian una verdad inalterada sobre sí, es decir, un Sí Mismo con el Padre y el Espíritu uno e indivisible.

Esta verdad viene no de cálculos inseguros, se ha vuelto loco, ni de maniobras malintencionadas, expulsa a los demonios con el poder de Satanás, sino de una unidad ya existente a la que ninguna criatura, parientes de Cristo, maestros de la ley, nosotros, demonios, etc., la hace ni más estrecha ni más sólida. Más bien, a la verdad de la unidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, no la admitamos según el criterio de un afán de novedad, porque corremos el riesgo de las confusiones; y, sin embargo, cuando éstas inevitablemente acontecen en la vida de la persona humana y de la Iglesia a la vez irrumpe la dinámica de las opciones: ¿sólo por el hombre, o, sólo por Cristo?; y cuando optamos por ÉL de ningún modo nos condicionamos a eludir lo humano, pues ÉL contempla a Sí y al hombre en su integridad, o sea, la de Dios y hombre verdadero.

Pero, el segundo juicio es muy fuerte, pues la comparación de Jesús con Beelzebul en la realización de los milagros, promocionada por los doctos de la ley, tenía la pretensión de limitarlo en el “ser más” limitándolo a la vez en el “tener más”. Entonces pregunto, ¿quién es más, quién tiene más? Ambas cosas ser y tener están en perfecta comunión en Cristo, pues él sinceramente no forja una idea de dios nuevo, Beelzebul, que sea y tenga más divinidad, pues esto, igual a las idolatrías actuales, tiene un éxito a corto plazo; en modo totalmente diverso, Jesús desvela la omnipotencia y bondad de su Abba, de su Padre, esto es, en el amparo solícito y amoroso de los pobres, los enfermos, los desposeídos, los desamparados, los agobiados, en quienes la imagen de lo genuinamente Divino es inconfundible, y a quienes muchos villanos prefieren asfixiarlos aún más con intereses macabros. Por eso, ¿cómo el mal puede contrariar lo malo, por ej., los efectos de la amargura, de la desesperación, etc.? El mal favorece eso, mientras que Jesús con la autoridad de Dios y hombre verdadero, ha legado un testimonio vital con el cual invita a saber atenuar el dolor con la esperanza.

En fin, en lugar de serle un obstáculo a raíz de los juicios descabellados, está loco, está poseído, Dios es impotente frente al mal, más bien presentémonos como hombres y mujeres de respuestas de fe y caridad sincera ante aquellos que tienden a quitarle a los más débiles su mayor riqueza que es Dios.

28-01-24

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.