La crónica menor: La confianza

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

Una de las enfermedades sociales más graves que vive la sociedad venezolana es la pérdida de la confianza en quienes deben ser sus primeros garantes. La dirigencia política pretende dominar a la población, no sólo a los más ingenuos, mediante el control de la información y la manipulación a través del populismo y del creer que lo mediático lo puede todo, hasta cambiar la percepción de la realidad.

Una de las estrategias más usadas por quienes nos gobiernan es la de eludir responsabilidades y achacárselas a otro. El cambio climático y sus consecuencias negativas es culpa de los países desarrollados, como si el combustible fósil que nosotros les suministramos no contamina. El hampa y la violencia lo genera la derecha apátrida. El contrabando y el bachaqueo es fruto de personas irresponsables que producen el desabastecimiento. La pobreza creciente se debe al capitalismo salvaje que todavía nos arropa. Las denuncias sobre la falta de medicinas y la aparición creciente de epidemias es responsabilidad de la guerra mediática.

Para ello, hay que cambiar las reglas de juego. Las mediciones estadísticas se realizan mediante nuevos sistemas que maquillan la realidad lacerante. Y aunque las cifras son muy altas, se justifican diciendo que en otros países la situación no ha mejorado a pesar de que tengan índices más bajos que los nuestros. Si uno ve exclusivamente los canales del Estado tiene que concluir que vivimos en el paraíso terrenal, porque nunca habíamos estado tan bien como ahora desde que a Colón se le ocurrió pisar tierra en Macuro.

Sin embargo, la realidad cotidiana indica otra cosa. La confianza si no está sustentada por la verdad produce lo que Paul Ricoeur llama la filosofía de la sospecha, encargada de poner de relieve que una determinada cosmovisión o unas fuerzas ocultas anónimas no pueden ser las que nos lleven por el precipicio del subdesarrollo. Hay que poner en entredicho esa confianza ingenua en la que la razón alcanzaba a dar razón de todo desde unos presupuestos teóricos que chocan con la realidad.

Sin diálogo sincero y abierto, sin permitir el libre juego de opiniones diversas, restringiendo las libertades y criminalizando todo parecer que no coincida con el pensamiento oficial. El Papa Francisco nos invita a respetar al que piensa distinto y a buscar los puntos de coincidencia que nos lleve a crear una plataforma común, impuesta únicamente por la verdad que se construye entre todos. De lo contrario, caminamos inexorablemente por la senda de la descomposición y el descalabro.