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domingo, diciembre 8, 2024

¡No me defiendas compadre!

¡No me defiendas compadre!

Por: Fernando Luis Egaña

El problema número uno de Nicolás Maduro no es su estolidez o Henrique Capriles o la falta de dólares. No. Es Diosdado Cabello. En efecto, éste anda empeñado en echarle la partida para atrás o aguarle la fiesta del poder. La matonería parlamentaria de nuevo lo confirma, si es que acaso había alguna duda.

Cuando la crisis política surgida a raíz del 14-A ya parecía tomar el rumbo seudo-jurídico del TSJ, o sea parecía ir amainando, entonces Cabello la revivió con más ímpetu y con proyección internacional. Para eso fue la golpiza contra los diputados y diputadas de oposición en el hemiciclo, teledirigida desde la presidencia de la Asamblea.

El clima de violencia allí creado por Cabello y los suyos, es justificado con la típica excusa del cínico: si los diputados de oposición no reconocen a Maduro, entonces el presidente del parlamento no los reconoce a ustedes… Y a partir de allí se agravan las tropelías.

Pretexto ridículo, porque esos diputados opositores sí reconocen y tratan de participar en esa misma Asamblea que formalizó la toma de posesión de Maduro, con lo cual, al menos indirectamente, también lo reconocen en la práctica, así en lo declarativo manifiesten lo contrario.

En todo caso, Cabello se ampara en una supuesta defensa de Maduro para en verdad hacerle daño y mucho. Las agresiones específicas hacia Julio Borges y María Corina Machado le han dado la vuelta al mundo mediático, y con ellas la certeza de que la crisis venezolana pica y se extiende por los peores caminos.

¿Eso favorece a Maduro y a su precario gobierno? Por supuesto que no. Y semejante obviedad no sólo no puede pasar inadvertida para un sujeto tan avispado como Cabello, sino que es precisamente el objetivo que buscaba con el asalto parlamentario.

La lógica detrás de todo esto no es nada complicada de entender. A Cabello le interesa que Maduro se mantenga en relativa debilidad, porque así él también mantiene su relativa fortaleza en el reparto del poder oficialista. Si Maduro se consolidara como el gran jefe, entonces Cabello quedaría bastante desplazado y eso sería lo peor que le podría pasar.

Por tanto, Cabello trata de evitarlo. ¿Cómo? Atizando los carbones de la crisis política venezolana. Y en este caso a través de una instancia, la parlamentaria, que ha carecido de importancia destacable porque la bancada opositora no tiene la capacidad de contrapeso efectivo.

La iracundia de Maduro con Cabello debe ser máxima, y aunque delante de las cámaras los insultos y amenazas se dirijan a los dirigentes de la oposición, detrás de las cámaras el némesis principal no debe ser otro que Cabello.

¡No me defiendas compadre!, seguro será lo que a Maduro le pase por las entendederas, cada vez que Cabello le reitera una de sus “ayudas”. Y mientras tanto, las mafias rojas siguen depredando el país que se cae a pedazos.

flegana@gmail.com

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