Pido la palabra: Abusos de un gobierno moribundo

Por: Antonio José Monagas…

Es inadmisible que Venezuela haya sucumbido al terror de desquiciadas conductas alentadas por un personalismo equivocado y por criterios de humillante egoísmo.

No siempre lo esencial es invisible a los ojos. También lo trivial, puede pasar inadvertido. Pero lo que nunca falla a la vista, es lo que da forma a intereses o necesidades que, aunque lesivas o negativas, igualmente animan actitudes y perfilan decisiones. En política, por ejemplo, se viven situaciones que pasan desapercibidas o que llaman la atención de tal manera que obsesionan a quienes pueden contemplarlas apartados de razones o efectos.

En el fragor de tentaciones inducidas por situaciones así, muchos caen fácilmente en la trampa que la embriaguez propia de la ocasión ayuda a colocar. Es el problema que puede padecer cualquiera para quien la política no tiene la significación que su dimensionalidad adquiere cuando se trata de encauzar propósitos elaborados al calor de principios democráticos y criterios de libertad. Cualquiera, para quien la política se convierte en una suerte de conducto que en su recorrido dirigen a terrenos contaminados por la corrupción, la indolencia y la abulia. O simplemente, de contravalores que presumen de capacidad para resistirse a la justicia, la paz y la verdad.

Es ahí cuando saltan a la palestra pública personajes de triste figura, sin el más minúsculo escrúpulo. Pero con arrogancia en exceso, dispuestos a enfrentar el civismo y la moralidad con los recursos del cinismo, la deshonestidad y la desfachatez. Su mirada sólo llega hasta la mitad de lo que su visual alcanza. Hasta lo que su consciencia dibuja bajo el encandilamiento que despide el crudo brillo de burdas ilusiones. Todos sus movimientos tienen olor a dolor ajeno. Y el color que proyecta sus sombras, asoma absoluta maldad.

Es inadmisible que Venezuela, en tanto que espacio de gracia y luz, de historia esperanzadora, haya sucumbido frente al terror de desquiciadas conductas alentadas por un personalismo equivocado, por criterios de humillante egoísmo, desviadas actitudes provocadas por motivaciones al voleo, por una cultura política inspirada en quiméricas comodidades. Pero asimismo, por la ausencia del conocimiento necesario para enrumbar el país con un acertado sentido de cómo enfilar la proa hacia puerto seguro. Aunque entre los avatares de la incertidumbre.

El país entró en una fase de desconcierto animada por reveses que hasta los años ochenta habían fungido como crudas amenazas. Sin embargo, el ocaso del siglo XX sirvió de tribuna para desmembrar el terreno desde donde se procuró cimentarse la democracia cuya construcción ocupó buena parte del susodicho siglo. Venezuela comenzó a ceder ante cruentas mafias globales de narcotraficantes, contrabandistas, corruptos y piratas, que terminaron aferrándose al poder político, como era de suponer. Fue así  como lograron secuestrar la soberanía nacional lo cual hizo fácil la devastación de la economía. La criminalidad económica se convirtió en lugar común de hechos que han atentado contra principios y valores morales de los cuales habla la misma Constitución Nacional. Pero hasta ahí no llega todo. Las realidades caen atrapadas por la improvisación de la cual abusa el régimen para paliar circunstancias y amortiguar los efectos de graves y acumulados problemas.

Tristemente, el país ha sido víctima de la mordacidad de sus gobernantes al momento de pretender pautar políticas tan desacertadas como indulgentes ante la ola de usurpadores que buscan aprovecharse del acervo ajeno para redondear sus arcas privadas. Todo ello, al margen del sufrimiento de una población a la que le expropiaron hasta sus sueños. Y aunque pareciera que el país está resignado a soportar tanta miseria, las realidades hablan de otro panorama. Un despertar ante un cielo despejado y colmado de un azul, color de libertad. La ruindad no será por más tiempo, aunque sea el factor común denominador que traza la continuidad de la historia política nacional. Los cambios habrán de venir, a pesar de vivir un país asido al libertinaje animado por los abusos de un gobierno moribundo.

“Cuando gobernar se asume sin mayor sentido de lo que su enjundiosa tarea compromete, no hay resultado que escape de los problemas que la irresponsabilidad incita de cara a realidades complejas en medio de las cuales no cabe opinión contraria a la insolencia gubernamental”

AJMonagas