Pido la palabra: Hipocresía del revolucionario

Por: Antonio José Monagas…

En nombre del Libertador Simón Bolívar, se cometieron los más terribles delitos de naturaleza moral y política sin que la ética, la honestidad, la honradez y la decencia pesaran sobre la mortificación amarga y rencorosa que cabe al actuar con hipocresía.

A pesar de considerarse la hipocresía un pecado en la perspectiva de la moralidad, es una ventajosa virtud política. Tanto que se habla de hipocresía política, pues su ejercicio le despeja los caminos a la demagogia para crecerse entre las adversidades propias de toda confrontación. Para muchos, la hipocresía es el cauce por el cual corre la diplomacia. Sobre todo, cuando es necesario disimular actitudes en medio de conflictos declarados ante los cuales resultaría contraproducente dejar de ganar el espacio político previamente calculado y maduramente codiciado. Por eso, la hipocresía si bien le ha servido al fanfarrón para aprovecharse de las ideas de otro y así lograr su malsano propósito, igualmente le ha sido útil al político de oficio para llenar al mundo de falsas promesas.

El politiquero en su afán por obtener lo que no puede alcanzar por la vía permitida democráticamente, encuentra en la hipocresía la manera expedita de hacerse de una imagen mediante un disfraz forrado en mentiras y elaborada de engaños. De seguro, el mundo de la política está abarrotado de ejemplos que, por su tamaño, se han convertido en referencia útiles al estudio de problemas circunscrito por la hipocresía. El caso Venezuela, ha adquirido una notoriedad extrema dada la controversial crisis económica y social que devino de una gestión política que llegó a contar y sumar divisas que, proporcionalmente, triplicaron los recursos a partir de los cuales Europa logró reconstruirse luego de la Segunda Guerra Mundial. El trillado “socialismo del siglo XXI” le ha venido “al dedo” a quienes, desde un comienzo, se rasgaron las vestiduras al dárselas de “revolucionarios”. Peor aún, de “revolucionarios bolivarianos”.

En nombre del Libertador Simón Bolívar, se cometieron los más terribles delitos de naturaleza moral y política sin que la ética, la honestidad, la honradez y la decencia pesaran sobre la mortificación amarga y rencorosa que cabe al actuar con hipocresía. Particularmente, al margen de condiciones de vida establecidas por la Constitución Nacional cuando exalta valores esbozados como razón del ordenamiento jurídico en el marco de un aludido Estado democrático y social de Justicia y de Derecho que pareciera haberse quedado sólo para uso de su formal transcripción. Y por supuesto, de discursos que apenas conmueven a unos pocos ilusos pues los dirigentes de gobiernos saben cómo zafarse de tan puntuales amarres.

Lo que ha venido sucediéndose en los últimos tiempos, en el marco de una “histeria patriotera” es ordenada por la radicalización de la cuestionada “revolución” con la clara intención de arrasar con la que había quedado de la institucionalidad democrática al término de 2012. Para ello, quienes así procedieron a instancia del libreto preparado bajo el abrasador sol del Caribe, no consiguieron mejor recurso que en la hipocresía política la cual ciertamente funcionó como metodología de la dominación, la opresión y del despotismo.

Sin embargo, la hipocresía no fue del todo eficaz para encubrir a violadores de derechos humanos, corruptos, asesinos y trepadores, de cara a la labor de observación de instituciones democráticas basadas no sólo en preceptos constitucionales nacionales. También, en legislaciones del Derecho Internacional que condenan hechos relacionados con la violación de libertades y atentados contra la justicia, el orden y la paz. Ni siquiera la bandera tricolor de ocho estrellas ha sido suficiente para que el régimen oculte verdades de perogrullo que en nada restringen el concepto de soberanía nacional, de independencia. Ni tampoco, de autodeterminación nacional.

La corresponsabilidad, la cooperación y la solidaridad, juegan importantes posiciones en la difícil situación que ha caracterizado a Venezuela en el fragor de un régimen empeñado en burlar criterios de ética política y de integridad moral y territorial sin importarle los efectos que de dichos problemas se han deparado económica, política y socialmente. Mientras la población anda a la deriva viviendo problemas de escasez y carencias que inciden sobre la dieta y por tanto en su calidad de vida, el régimen continua aferrado a esquemas de proselitismo barato apoyándose en una costosa hipocresía ateniéndose a prácticas totalmente descarnadas en cuanto a la indolencia que reflejan sus efímeras respuestas. Y eso, cuando las hay. De resto, sus funcionarios y dirigentes sólo asumen un comportamiento que demuestra una impúdica y grotesca hipocresía de revolucionario.

“Cuanto más hipócrita es un dirigente político, más le cuesta actuar con honradez y de la mano de la humildad˝

AJMonagas