Pido la palabra: Pedagogía del odio

Por: Antonio José Monagas…

Por más que la Constitución predique que “es un derecho humano y un deber social fundamental (…)”, la educación en las escuelas públicas se ha convertido en excusa para encauzar un cierto grado de manipulación política conveniente a los intereses del populismo dominante.

 

Cuando la educación se maneja con criterios autoritarios, se corre el riesgo de deformar todo cuanto recoge la vida. Si bien gobernar es cada vez un problema más complejo, gobernar en democracia lo es más aún. Pero si la noción de democracia reconoce con mezquindad el significado que para ello alcanza la educación, no habrá duda de que las intenciones de gobernar en democracia se reducirán a un mero remedo que ni siquiera logrará caricaturizar algún esquema de desarrollo social. O sea, nada sería más mortal para la democracia que no comprender a la educación como práctica de libertad.

De hecho, no hay duda del miedo que sienten las dictaduras de las libertades. Reconocer que “el hombre libre es el que no teme ir hasta el final de su pensamiento”, tal como lo asintió León Blum, ex presidente de Francia en la década de los 40, permite comprender la razón que justifica en regímenes de dominación la aplicación de medidas que sirven como recurso de opresión a toda práctica social y política que estimule la libertad como principio de vida. Y la práctica de la libertad, sólo podrá encontrar su expresión más apropiada en una educación que propicie en la persona condiciones para actuar conforme alcance a reflexionar su educación como sujeto de su propio destino histórico. Por eso la educación trasciende cualquier realidad que colinde con las angustias que someten al hombre cuando se desvía del rumbo de la verdad por disfrutar futilidades y vacuidades.

Educar al hombre en valores de libertad, no puede resumirse al mandato de simples leyes. Resulta tremendamente difícil educar a un niño. Sobre todo, sin considerar que su formación está dirigida a hacer de él alguien que no existía. Según William R. Inge, insigne escritor inglés, “el espíritu de la educación es el conocimiento pero no de los hechos, sino de los valores” Es así que educar a un niño no dependerá de hacerle entender lo que no sabía pues sólo estaría reduciendo la educación a un burdo proceso de capacitación y no, como lo explica Paulo Freire al decir que “provoca el esfuerzo de la superación liberadora de la conciencia humana”. Aunque, lamentablemente, no es lo que viene dándose en Venezuela. Por más que la Constitución predique que “es un derecho humano y un deber social fundamental (…)”, la educación en las escuelas públicas se ha convertido en excusa para encauzar un cierto grado de manipulación política conveniente a los intereses del populismo dominante. A pesar que el mismo precepto constitucional refiere que el Estado la asumirá como “instrumento de conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad”, ello no se ha entendido como pivote del desarrollo de los pueblos. Por lo contrario, se le ha tenido como recurso ideológico del cual se vale el gobierno para afianzar equivocadamente sus ideas de “socialismo bolivariano”. Pareciera el gobierno estarse guiando por el aforismo del escritor británico Norman Douglas cuando señaló que “la educación es una fábrica de ecos controlada por el Estado”.

Lo que ha devenido en instrucciones ministeriales, a consecuencia del decreto ejecutivo firmado por el presidente Barack Obama en el que califica a Venezuela como “amenaza para la seguridad de los Estado Unidos de Norteamérica”, refleja el exabrupto de quienes viven el miedo de verse sorprendidos en acciones que denigran del sentimiento democrático al cual está acostumbrado el venezolano.

Vivir bajo la presión inducida por el miedo en gobernantes que escamotean el Estado de Derecho sobre el cual debe cimentarse la funcionalidad de una sociedad ávida de libertad, justicia y tolerancia, condujo a que se dictaran órdenes que contravinieran principios morales y éticos sobre los cuales descansa la educación. Y el problema, repercutió particularmente en la educación de los niños y adolescentes toda vez que en algunas escuelas obligaron a estudiantes a firmar cartas y elaborar dibujos contra el susodicho decreto presidencial. Aunque luego, altos funcionarios negaron la especie, el daño no dejó de esparcirse apoyado por directivos de zonas educativas y distritos escolares actuando más como fanáticos politiqueros, que como maestros, constructores de futuro nacional.

Con ello, se violaron no sólo valores que exalta la Constitución y la Ley Orgánica de Educación. También, la Ley de Protección del Niño y del Adolescente, LOPNNA, por cuanto lo solicitado a los niños estaba dirigido a escribir consignas de odio así como de xenofobia cuando lo que determina ese decreto tiene que ver con sanciones a funcionarios del régimen acusados de violar derechos humanos y de corrupción. De manera que a decir por lo que vive la educación venezolana en los predios de su descompuesto socialismo, lo que pareciera estar implantándose es una variedad de la pedagogía del odio.

“Cuando un gobierno no respeta la condición del proceso educativo como articulador entre la razón y el pensamiento liberador, está aupando la creación de un sistema político apoyado en una educación forjada en la violación de derechos humanos y valores morales”

AJMonagas