Pido la palabra: Sin verdades para convencer

Por: Antonio José Monagas…

Las contradicciones en que ha incurrido el régimen venezolano en su afán de conservarilegítimamente el poder político, provocó que sus ídolos (de barro)comenzarán a carcomerse entre si.

La obstinación no tiene medida ni arreglo. Particularmente, cuando de por medio está el poder político incitado por la voracidad propia de groseras aspiraciones políticas. Inclusive, económicas. Pero asimismo, azuzando la debilidad de hombres sin dignidad. No hay duda pues que de lo que de estos hechos se desprende, enrarece groseramente cuanto propósito podría coadyuvar a asentir valores y principios dirigidos a consolidar aquellos derechos que exaltan las libertades. Particularmente, cuando las intenciones de enaltecer una vida plena de respeto a la dignidad de una sociedad son promovidas desde un oscurecido ejercicio de poder político.

La historia política contemporánea, está atestada de testimonios que dan fe de cómo gobernantes atemorizados de verse defenestrados o execrados del poder, bien porque el pueblo se hastió de la autocracia seguida como modelo político y económico, o porque fue objeto de alguna traición o asonada militar, reaccionan con la tirantez, sorna o ironía que en ellos estimula su intemperante talante dictador.

Abraham Lincoln adujo que “casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder”. En política esto significa “que no se es quien se pretende ser. Se es lo que el hombre se permite ser”. No hay duda de que el poder funge como una enorme burbuja que tiende a atrapar a quien se extravía en el desbarro de la deshonra y la desvergüenza. Además, tiende a corromper a quien abusando del mismo, pretende a actuar sin límite en el tiempo y sin condiciones que le reduzcan el espacio de su acción. Quizás, fue la razón para que Simón Bolívar señalara: “huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes, porque es un país de esclavos”

El poder en Venezuela se convirtió en un instancia inaccesible. Aunque, escasamente le ha valido oportunidades a quienes lo usufructúan para saquear no más al fisco nacional, que al patrimonio institucional sobre el cual se estructura la nación y adquiere sentido el establecimiento del Estado venezolano. La gestión del actual gobierno, adoptó un esquema vulgarmente populista para lo cual se ha valido de la fuerza mediática y de esa forma, vender -interna y externamente- el modelo socialista como la solución a los problemas que sembró el capitalismo durante los gobiernos de la mal llamada “IV República”. En consecuencia, los actuales gobernantes pasaron a ser los “héroes redentores y salvadores de la patria de Bolívar”. (Insolente ridiculez).

Sin embargo, al alto gobierno no le ha sido del todo sencillo instrumentar su arcaico modelo político. Para ello, ha apelado no sólo a la violencia institucional desplegada a través de la inconstitucional cohesión de poderes públicos. A excepción del Poder Legislativo, cuya legitimidad, el pasado 6-D, fue conquistada por los votos de más de ocho millones de venezolanos conscientes de la necesidad de reinstaurar el sistema político democrático. Igualmente, el gobierno central se ha valido de la violencia física articulada mediante el azote de los cuerpos represivos estatales en inmoral complicidad con grupos paramilitares y parapoliciales.

En virtud de la grave crisis a la cual se ha llegado, gracias a la indolencia de gobernantes sin la menor vergüenza de su incapacidad, el mismo régimen en aras de sus trampas y encima de sus marramuncias, ha pretendido hundir más a la población en medio de engañosos manifiestos “libertarios”. Para ello ha monopolizado la comunicación y así coaccionar al país político con argumentos tan despreciables, que sus efectos han contrariando sus causas. Es decir, ha propendiendo a estimular la resistencia del pueblo. Asimismo, a hacer que sus ídolos (de barro) hayan comenzado a carcomerse entre si.

Ante el ocaso de esa delincuencia política, aferrada a un poder estructuralmente juntado en frágiles ángulos, la ausencia de un fundamento ideológico contundente habrá de decidir su culminación más temprano que tarde. Sin pena ni gloria. Escasamente, el cinismo utilizado a varias voces, ha sido lo que de alguna forma le ha permitido continuar en “funciones de gobierno”. Pero de un gobierno en ascuas por el desequilibrio funcional que lo arraiga a un poder agonizante. Por eso, la cúpula gubernamental no encuentra mentiras para seguir prolongando un tiempo que ya no le pertenece. Porque además, estos gobernantes se quedaron sin verdades para convencer.

“La estabilidad de un gobierno no depende tanto de su popularidad, pues ésta puede ser maquinada por la coerción ejercida o elaborada por estadísticas amañadas,como de las realizaciones que la gestión pública pueda demostrar en el cursode un tiempo restringido por factores imposibles de desmontar”

AJMonagas