Razones y pasiones: La suerte está echada

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

La frase se le atribuye a Julio César al pensar atravesar con sus ejércitos el río Rubicon: Alea Jacta est. Lo mismo podemos decir de las elecciones del 20 de mayo, pues al parecer la convicción de votar o no votar ya se aprecia cómo decisión irreversible en la mayoría de los venezolanos. Y es que ninguno de los dos sectores ofrece argumentaciones nuevas, contundentes, que puedan inducir a cambiar de parecer o a estimular a los indiferentes a inclinarse por alguna de las dos posibilidades.

Sin embargo, parece importante, palabras más palabras menos, repasar algunas de las argumentaciones que esgrimen unos y otros, pues las mismas nos  hablan una vez más de la  dificultad de alcanzar la desea unidad nacional, indispensable para derrocar por  efecto de criterios compartidos y de su consecuente practicidad,  el nefasto régimen que se aferra al poder con las ventosas del ejército.

Los que llaman a votar sostienen que el madurismo tiene un 80% de rechazo, causa por lo cual solo se requiere sobrepasar el 20% de los votos chavistas, lo que resulta viable. La votación masiva  neutralizaría cualquier intento de fraude. No se puede repetir lo que sucedió en el 2005, cuando la abstención permitió que el chavismo ocupara todos los asientos en la Asamblea Nacional, con la consecuencia ya conocidas: el nombramiento parcializado del TSJ Y el CNE. Si la participación es masiva resulta difícil que se manipulen los resultados. Las propuestas de Falcón en cuanto a acciones inmediatas y forma de enfrentar la transición, son atractivas y posibles. El gobierno no puede derrotar a nadie pues está en el suelo. Las experiencias abstencionistas como las de Nicaragua e Irán son demostrativas de su inefectividad

No se debe votar porque las actuaciones preelectorales del gobierno, no permiten validar el voto. Con votar no se va a derrotar a Maduro. Si hay poca participación se estimula  internacionalmente la presión. Que haya un contendor importante ayuda a la legitimación del triunfo de Maduro, que  seguirá actuando de la misma manera. No se debe votar porque el proceso no es legítimo y hacerlo es participar en el sainete electoral. En las condiciones con que se maneja el proceso electoral con el voto se vota pero no se elige. Votar es contrariar a la comunidad internacional, conocedora de la argucias lectorales del régimen. Gente bien intencionada cree que el voto es una panacea, pero no recuerdan que lo es en un régimen democrático y no en el que tenemos. Las elecciones son un juego de póker con las cartas marcadas. Los gobiernos democráticos de otros pises desconocerán los resultados si gana Maduro, máxime si la participación no es significativa, pues también la abstención es expresión.

Ahora bien, por aquello del libre albedrío, cualquier posición es legítima. Pero lo que si resulta importante de tomar en cuenta que pase o que pase, nada será posible sin una sólida unificación. Si ganara Falcón, se necesitará el esfuerzo mancomunado para la reconstrucción. Si gana Maduro, para enfrentar sólidamente la manera de acabar con el régimen. Como esto último parece ser lo que sucederá, la mayoría se pregunta ¿Qué planes tiene para después del 20 la dirigencia opositora? ¿Seguiremos con el letargo al que nos han inducido? ¿Insistiremos con la inane, vana y fútil controversia de los partidos ya sin militancias significativas, que dificultan acciones realmente válidas que conduzcan a resultados tangibles? “No hay pensar más desgraciado que la costumbre de permanecer indeciso” (William James)