El arbolito de limón resiliente

Había una vez un árbol de limón, hermoso y tupido. Sus frutos eran grandes y jugosos. Extrañamente, siempre había limones en las ramas no importaba si era tiempo de cosecha  La matica era la consentida de la familia que la había sembrado hacía unos 20 años, cuando se mudaron a una casa en el campo con muchas zonas verdes. Las personas, amigas,  que sabían las propiedades curativas de esos limones, se acercaban a llenar sus canastos. Siempre había para todos.

En realidad ya era mayorcita y su tronco mostraba algunas señales de estar envejeciendo, no obstante  su frondosidad, el aroma de sus flores blanquitas y la delicia de sus frutos, hablaban de que aún tenía mucha vida útil por delante. Pero, un día, el cielo se nubló repentinamente. Se acercaba una tormenta que pronto se hizo sentir con fuertes ráfagas de viento, casi huracanados. Los truenos retumbaban feroces y los rayos caían por doquier. A la mañana siguiente los dueños del jardín  observaron con asombro y tristeza que la matica de limón había sucumbido al ataque de los elementos. Yacía en el suelo, separada de su tronco principal, seguro moriría, pensaron. Su tiempo había terminado. Un profundo desconsuelo embargó a los vecinos pero ya nada se podía hacer. Esperar a que sus ramas se secaran para poder cortarla, eso sí con mucho amor y respeto.

Pasaron los días, y el árbol, caído en el suelo no daba muestra de secarse, al contrario, muy pronto, se notó que brotaban nuevas flores, y que los limones comenzaban a crecer. Al analizar la situación se percataron de que no se había partido completamente, como se creía, sino que, por algún extraño sortilegio, se mantenía unido a lo que había sido el tronco principal. Ahora, acostado, sigue cumpliendo con su maravillosa tarea de regalar sus frutos, definitivamente: un  arbolito de limón resilente. Supo enfrentar las adversidades, y a pesar de ser golpeado logró sobrevivir.

En  momentos difíciles la resiliencia.

“La Resiliencia o resilencia, como se la designa también, es aquella capacidad que ostenta una persona o un grupo de personas, e incluso, animales y plantas que le permitirá reponerse de una situación de mucho estrés o traumática, por ejemplo, la muerte de un ser querido, un accidente, una situación de abuso, una tragedia natural, entre otras. Es decir, cuando a un individuo le toca pasar por alguna de estas circunstancias mencionadas y lo consigue hacer sin ningún tipo de contratiempo, aún más, sale fortalecido, más fuerte de lo que anteriormente era, entonces, se dirá que ese ser tiene resiliencia, algo así como un sinónimo del término entereza”

En la actualidad los psiquiatras y psicólogos, coinciden en considerar a la resiliencia como una forma normal de ajuste frente a la adversidad.

Los venezolanos debemos desarrollar la resiliencia con nuestro mayor esfuerzo y significación. Hemos y estamos sufriendo los embates de una tempestad que parece no tener fin. Nuestra existencia está llena de sobresaltos e incertidumbre porque la inestabilidad económica, política y social marca nuestra cotidianidad. Salimos a la calle y no hay transporte que nos lleve. Sentimos hambre y no nos alcanza el dinero para comer. Estamos enfermos y no hay medicinas. Ya no estamos seguros en nuestro país y decidimos migar, buscar otros lugares desconocidos, con gente también desconocida, sin ni siquiera pensar en las miles de dificultades que habremos de enfrentar. En fin, estamos sumidos en un profundo desamparo que asusta. Entonces, para los que nos quedamos en esta tierra, donde una vez echamos nuestras raíces, sigamos el ejemplo del arbolito de limón. Aguantemos, permanezcamos unidos al tronco de la nación que nos vio nacer. No nos dejemos vencer por los elementos;  que ni el viento, los rayos, los truenos, el temor, nos venzan. Tal vez, caigamos al suelo, pero ya sabemos que el ser humano puede desarrollar la resilencia y al igual que la matica de limón después que pase esta tormenta saldremos fortalecidos y llenos de entusiasmo y fe para seguir dando nuestros frutos.

Arinda Engelke.