Infectados por la ansiedad

Por: Rosalba Castillo…

Recuperar nuestra tranquilidad y experimentar el placer   de la vida, pareciera una tarea titánica en este momento. Actualmente estamos expuestos a la sobreinformación, la sobrecarga de preocupaciones y de inquietudes, así como las presiones labores y personales, además de la pandemia que atraviesa el planeta. Estamos viviendo en una sociedad rápida, urgente y muy ansiosa. La era de la tecnología, de la inmediatez, nos está dejando atrás. Pareciera que, en medio de lo vertiginoso de nuestra vida, el ser humano no logra aparearse con el aquí y el ahora y la ansiedad se ha convertido en el peor virus de la humanidad. Nuestra vida navega entre el pasado y el futuro con una intensa excitación y una gran inseguridad, olvidándonos del presente y eso hace que nuestro pensamiento se haya acelerado de manera  

Pensar con calma, siempre resulta la mejor opción solo que ahora estamos siempre colapsados de tanto hacerlo con una simultaneidad de circunstancias, todas urgente. Los instrumentos electrónicos tienen el control de nuestras vidas. Niños, adolescentes y adultos hemos sido intervenidos y contaminados por la velocidad del tiempo virtual. Esta bomba afecta nuestra salud mental, destrozando nuestra seguridad emocional. Se nos hace necesario tener a nuestro alcance estos, equipos, considerados nuestro oso de peluche   para mantener nuestras relaciones personales, laborales, de entretenimiento y nuestra vida en general, sin darnos cuenta de cuan frágiles somos.

Estamos pidiendo a gritos un tiempo mas lento donde podamos disfrutar de la naturaleza que nos aporta paz a nuestro se. En fin, necesitamos compartir lejos de las pantallas, en la realidad del momento, sin agobiarnos por la prisa que impone la tecnología. La paciencia y la tolerancia se han convertido en especies en extinción. Fácilmente la ansiedad nos gana la batalla ante las exigencias a las que estamos sometidos. Los días se nos acortan. El tiempo pasa más rápido y nosotros no logramos alcanzarlo. Nos molestamos si la cajera del banco se toma su tiempo. Si el equipo tarda en encenderse. Si alguien no nos capta de inmediato, mientras le hablamos. Si nos sentimos cansados o nos enfermamos. Si no estamos siempre ocupados y siempre de prisa.

No es la depresión la enfermedad del siglo, es la ansiedad que nos lleva acelerados. Esta droga que nos alcanza en cada despertar y la mayoría de las veces no podemos identificarla. No somos así. Nos hemos hecho así. Desacelerar nuestro pensamiento es prioridad para nuestra salud mental. Ser tan veloces puede habernos llevado a ser excelentes profesionales, parejas, padres, pero estamos destruyendo el bienestar emocional de la humanidad. Este virus ha exacerbado nuestros movimientos. Entre el temor, la incertidumbre, el deseo de sobrevivir y mantenernos laboralmente, no dejamos de correr con nuestras ideas. La ansiedad alcanza a más del 80% de los individuos de todas las edades. Hemos alterado el ritmo de construcción del pensamiento, generando serias consecuencias para la salud y para nuestras vidas. Estamos enfermos de andar precipitados sin darnos cuenta. Todos nos sentimos ansiosos y con síntomas de muchos trastornos psíquicos.

Nos desgastamos, aceleradamente, en situaciones que no representan importancia. El cansancio, los dolores de cabeza, la inseguridad, las contracturas musculares, la hipersensibilidad, el insomnio, la falta de concentración y el desgaste psicológico, son síntomas de esa ansiedad que no reconocemos. Nos cuestionamos sobre qué hemos hecho y cómo podemos detenernos, mientras le damos una tableta a un niño para que se acompañe en su comida. Algunos profesionales dan diagnósticos equivocados a jóvenes irritados, sometiéndolos a medicamentos equivocados. La educación no brinda herramientas para reconocer elementos estresantes, para proteger emociones o administrar nuestra mente. Somos libres en nuestros pensamientos afirmaba Jean Paul Sartre. Nuestra cárcel está dentro de nosotros mismo. La esclavitud se apoderó de esta sociedad. Repetimos información, pero no la construimos,. Escasos son los aportes a la humanidad, cuando se supone que somos más inteligentes, aun cuando los estudios digan lo contrario. Por fortuna muchas universidades están incluyendo formaciones sobre la salud emocional. A raíz de los juegos de Tokio del 2021, se hizo evidente su importancia en la actuación de los atletas, haciéndose extensiva a otros profesionales. Con mucha alegría hemos visto el incremento de los presupuestos en gran cantidad de países, para el desarrollo emocional de sus ciudadanos, luego de reconocerlo como el gran afectado durante la pandemia.

El cuerpo humano es una construcción muy eficiente. Sabe dar respuestas a sus necesidades. El llanto es liberador. La tristeza nos hace crecer. El dolor es una posibilidad para comprender lecciones y experimentar errores. Somos directores y actores de nuestra gran obra que es la vida. Las escuelas deben ser complementos de la educación familiar. Deben educar las emociones para lograr grandes pensadores y seres más felices y menos ansiosos. Es una tarea urgente. Dejemos crecer a los niños en su infancia. No los sobresaturemos de estímulos internos sino de experiencia adecuadas  para construir sus propias historias. Enseñemos a gestionar las emociones. Estamos   a tiempo de trasformar positivamente a los seres humanos.

rosaltilloyahoo.com

06  11  2021