La crónica menor: Centenario de Monseñor Salas

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

El 29 de septiembre de 1915 nacía en Sabana Grande, aldea de La Grita, el primogénito del matrimonio Salas Salas, a quien pusieron por nombre Miguel Antonio, encomendándolo a la protección del arcángel cuya fiesta se celebra ese día. Las primeras letras las aprendió en la escuela de la aldea junto a las oraciones y devociones familiares que los llevaban cada domingo a la misa en la parroquia de Los Ángeles en la ciudad cercana. A la par, la ayuda en las labores del campo forjó en él una personalidad a la que no le arredraba ningún sacrificio ni trabajo manual o intelectual. Se ganó el aprecio del Padre Sánchez, cura de la citada parroquia quien al ser trasladado a la Matriz de Ejido, en Mérida, se lo llevó consigo para que prosiguiera estudios secundarios.

En su espíritu anidó desde temprana edad el llamado al sacerdocio. En La Grita se habían instalado a mediados de la tercera década del siglo veinte unos recios padres franceses, hijos de San Juan Eudes. Abrieron un colegio con el nombre bretón de Kermaría que servía de aspirantado para las posibles vocaciones sacerdotales. Fue Miguel Antonio el primer venezolano que pisó sus aulas y llegó a ser el fruto primerizo de los padres Eudistas. Coincidiendo con la muerte del dictador Gómez los superiores lo enviaron a Bogotá donde la congregación tenía floreciente centro. En el pueblo de Usaquén, entonces en las afueras de la capital colombiana, con el nombre de Valmaría, fungía de noviciado y casa de la comunidad. Los estudios superiores los cursó satisfactoriamente en la Pontificia Universidad Javeriana donde obtuvo el título de licenciado en sagrada teología. Los votos y la ordenación sacerdotal (24-3-1943) los hizo en Bogotá.

Terminado el período de formación su primer destino fue al Seminario de Santa Rosa de Osos, dirigido entonces por los padres Eudistas. Dos años más tarde fue trasladado al Seminario Santo Tomás de Aquino en San Cristóbal, primero como miembro del equipo y luego como rector del mismo (1948-1954). Junto a Mons. Arias Blanco le correspondió abrir el seminario mayor en 1950. Al ser trasladado el obispo a Caracas pidió a la Congregación de Jesús y María que se encargara del Seminario Interdiocesano, siendo su primer rector el Padre Salas (1954-1960). Estando en París para continuar estudios lo sorprendió el nombramiento de Obispo de Calabozo (1961-1979) donde desarrolló una fructífera labor pastoral en la extensa diócesis llanera. Trasladado a Mérida como quinto arzobispo (1979-1991) reabrió el seminario, fundó la Televisora Andina de Mérida, creó parroquias, recibió al Papa Juan Pablo II (1985) y dejó una huella imperecedera en sus numerosas visitas pastorales. Desde finales de 1991 hasta su muerte el 30 de octubre de 2003, vivió retirado en su aldea natal, orando y atendiendo como un sencillo cura rural a las comunidades vecinas.

Su causa de beatificación ha sido introducida en Roma, pues sus virtudes humanas y sacerdotales lo señalan como un hito en la vivencia de la fe cristiana en la que el amor a Dios y al prójimo, a la verdad y la justicia, y la atención a los más necesitados fueron el norte de su vida. Encomendémonos a su intercesión para que pronto lo tengamos en los altares.