Mucho más que un conflicto de poderes

Por: Fernando Luis Egaña…

La noción convencional de un conflicto de poderes es una tensión más o menos aguda entre poderes públicos autónomos en el contexto de un estado de derecho. Lo que está aconteciendo en Venezuela es mucho más que eso. Es un conflicto entre una hegemonía despótica y una nación democrática. Que ahora se expresa de forma notoria en el afán del oficialismo por neutralizar la autonomía de la Asamblea Nacional. Afán que tratarán de llevar adelante por las malas y las peores.

No se debe perder el foco. El meollo del asunto no está en disquisiciones normativas sobre la rigurosa legalidad de tal o cual decisión pública. No. El meollo está en que la hegemonía está apelando a cualquier pretexto para tratar de “des-empoderar” a la Asamblea, y si es posible, sencillamente desconocerla en lo político e institucional. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque una hegemonía despótica y depredadora no puede convivir con un parlamento independiente, adverso, crítico y contralor.

En el caso de Venezuela, además, se suma la realidad de que la hegemonía imperante está entremezclada con la delincuencia organizada. Lo que hace todavía más cuesta arriba que el poder establecido acepte algún tipo de control legislativo que ponga al descubierto su proceder. Por todo ello, es que no descansarán en la cayapa contra la Asamblea y contra las figuras políticas que la representan, en particular Henry Ramos Allup y Julio Borges. Que nadie se engañe al respecto.

¿La hegemonía se saldrá con la suya? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que la mega-crisis no amainará sino que se agravará. Y esa mega-crisis –que entra en los terrenos de la crisis humanitaria—fue el factor principal que derrotó al oficialismo el 6-D y que le permitió una super-mayoría parlamentaria a la plataforma opositora. La gran mayoría del pueblo venezolano quiere cambios políticos y económicos de fondo, y tiene la esperanza de que la Asamblea pueda contribuir a ello. Ese es su mandato.

Mandato que no se puede llevar a cabo, solamente, en las interioridades del hemiciclo o en la virtualidad de las redes sociales y demás medios del espacio público, sino sobre todo en la movilización popular en defensa de sus derechos, de su reciente expresión electoral, y de su legítima aspiración de cambio.

No. No estamos ante un mero conflicto de poderes. Estamos ante la alternativa del continuismo despótico y depredador, y la posibilidad de superar la hegemonía para que Venezuela se levante de su postración.

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