Pido la palabra: la «hora loca»…

Por: Antonio José Monagas…

La “hora loca” de circunstancias políticas, son servidas para la malversación de capacidades y la dilapidación de esfuerzos convertidos en sangrías de recursos y proyectos.

La dinámica social, siempre ha sido irreverente. Pero la movilidad de la política, ha sido inoportuna. Siempre ha jugado a “ganar-perder”. Sobre todo, cuando el ejercicio de la política ocurre en el marco de situaciones “traídas de los pelos”. Es decir, de circunstancias tan improvisadas que ni el mismo operador de embrollos, el gobernante, tiene exacta idea de la sucesión de hechos que sus decisiones incitan o han provocado.

Quizás lo que más o mejor puede perecerse a tan convulsiva circunstancia, es lo que ahora se ha dado por llamársele “hora loca”. Habida cuenta de que su realidad se caracteriza por seguir un desarrollo de los eventos a semejanza de lo que sucede en el momento más revuelto o excitante de una fiesta. O sea, “la hora loca”. Pues tal como su nombre lo refleja, es un tiempo dedicado a la locura con el propósito de desnudar arrebatos de emociones, alegría y diversión. Es la excusa perfecta para que el tiempo de alborozo que está efectuándose, provea el ambiente necesario y suficiente para que la reunión tome su impulso definitivo y su verdadera caracterización. 

Pero ese reflujo de excéntrico entusiasmo, ha servido a la política. Aunque no necesariamente para exaltar momentos de regocijo por causa de proposiciones que induzcan satisfacciones nacionales. La “hora loca” de circunstancias políticas, son servidas para la malversación de capacidades y la dilapidación de esfuerzos convertidos en sangrías de recursos y proyectos. Todo así, gracias a voluntades aferradas a la controversial práctica populista de “quítate tu para ponerme yo” sin más medida que la representada por el sacrificio de valores y anulación de concepciones constructivas de la vida del país.

Y en política, ¿qué o cuáles criterios configuran tal “hora loca”?. Es una pregunta que pudiera tener distintas respuestas dada las interpretaciones que de la misma pudieran generarse. Sin embargo, en atención a los desvaríos gubernamentales del actual gobierno central venezolano, la pregunta en cuestión devendría en respuestas coincidentes o que son fáciles de conciliar alrededor de los barullos de los cuales se vale el régimen para justificar la obstinación que lo lleva a buscar enquistarse en el poder a costa de lo que sea. Sin medir o mediar consecuencia alguna.

Esos criterios según los cuales es posible hablar de la “hora loca” bajo cuyo tiempo el alto gobierno comete los mayores absurdos en franca controversia con preceptos trazados constitucionalmente, son los siguientes: de coyuntura, de los intereses, de la confabulación necesaria, de los suficientes recursos, de los mecanismos de decisión y de control y de los accesorios.

Respecto de la coyuntura. Debe decirse que de no contar con ella de modo explícito, la crean. Y para ello, se valen del poder comunicacional que a fuerza de coacciones, manipulan en consonancia con actores políticos afectos al gobierno: cúpula militar y policial, grupos de furibundos y exaltados, esbirros, y segundones aduladores, logran construir las posibilidades y oportunidades para que la coyuntura pueda ser aducida.

Respecto de los intereses. Debe tenerse claro que los intereses abiertos o encubiertos, doctrinarios o monetarios, proselitistas o populistas, son los elementos que determinan la intensidad de la “hora loca”.

Respecto de la confabulación necesaria. Debe saberse que toda desviación que haga padecer al régimen de duras y atinadas críticas sobre la orientación que las políticas le imprimen a la gestión política, confundida con la gestión pública, responde a la cuota de trabajo realizada por confabuladores del caos que presten servicios al Ejecutivo Nacional.

Respecto de los suficientes recursos. Debe notarse que toda decisión, indistintamente del grado de perversidad que disponga, compromete recursos de inmediata fijación pues mientras se cuente con dinero, el socialismo continuará viéndose alentado por tantos politiqueros de oficio y de disposición como sea posible.

Respecto de los mecanismos de decisión y de control. Debe considerarse que, en función del grado de radicalización con el cual el régimen busque seguir interviniendo instancias con carácter autonómico (universidades, corporaciones, ONG, empresas y propiedades privadas), se elaboran instrumentos de decisión cargados del terror suficiente para golpear esperanzas con el retorcido propósito de anularlas.

Respecto de los accesorios. Debe apuntarse que los accesorios dependen del problema que ocupe la situación de crisis en curso. Este criterio obliga a importantes pero injustificados egresos de la Hacienda Pública. Así, el régimen provee de lo necesario a sus afectos y furibundos, miembros de “círculos de batalla”, como instrumentos de represión de condición militar, policial o parapolicial que sirven a desastrosos objetivos .

Por consiguiente, esto hace presumir a los miembros del alto gobierno que sus ínfulas de poder se arraigan más luego de proceder con la arrogancia de ser hijos de fantasmas de la historia política venezolana. Y es que, de verdad, se lo creen. De esa forma, argumentan la valía de su arremetida contra la democracia. Así, estos gobernantes “de ocasión”, se dedican a gozar impúdicamente los efectos de sus infamias a sabiendas de que el país se verá nuevamente revuelto o enardecido. Todo, como consecuencia de decidir que el país siga zambullido en el fondo la crisis revivida por la ineptitud gubernamental. Es decir, a manera de vacilarse el derrape de lo que es la “hora loca”

  “Decisiones apresuradas, casi siempre son garantía de fracaso. Y en política, este

problema sigue minando el camino hacia la consecución de respuestas signadas

de la armonía necesaria que demanda el desarrollo de los pueblos”

AJMonagas