Lamentable, penosa, e insoportable, la situación general que está sufriendo la población de Mérida ante los problemas que se acrecientan con el paso de los días.

Las declaraciones de la doctora Indira Briceño, Directora del Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (IAHULA) en el programa La Ciudad en La Radio conducido por el periodista Leo León, fueron contundentes al mostrar sin tapujos el caos que se está viviendo en ese centro centinela de tanta importancia para la atención de los pacientes de la región: déficit de personal, falta de apoyo, sueldos miserables que no permiten ni siquiera pagar un pasaje. Las absurda falta de priorización para que el personal de salud pueda equipar sus vehículos de combustible, y un sinnúmero de limitaciones que padecen diariamente. Definitivamente no hay incentivos ni materiales ni espirituales para los trabajadores sanitarios que están en el frente de la batalla y en riesgo inminente de contagios por la covid-19. Entonces nos preguntamos con profunda preocupación ¿si se pierde la colaboración y la unión de voluntades, si los medicamentos y suministros son escasos, si hay rencillas intestinas, podemos esperar que algo positivo suceda?

La falta de gasolina causa terror, las colas son literalmente interminables. Aquí sufre todo el mundo. Los chóferes que hasta tienen que llevar sus cobijas y un termo de café para soportar días enteros con sus noches frías y tormentosas en espera de que en algún momento puedan equipar. Es pesaroso e indignante recordar que Venezuela fue una nación petrolera por excelencia. Sufren también las familias que viven cerca de las estaciones porque muchos conductores que resisten en la fatídica espera, molestan: obstruyen las entradas de los estacionamientos, las calles y avenidas, dejando apenas un espacio para que fluya el tránsito. Arman escándalos y en ocasiones hacen sus necesidades en cualquier rincón, lo que produce olores desagradables. Un panorama dantesco, que no tiene comparación con ningún otro escenario vivido antes de instalarse en Venezuela un proceso revolucionario que por las consecuencias que estamos viviendo, muestra las fisuras de la improvisación y de la falta de políticas coherentes.

Y… ¿para cuándo las soluciones

La perspectiva- por demás desalentadora- refleja la total incompetencia de los organismos encargados. Cuando los representantes del gobierno, hablan, se dibuja otro sitio fuera de este planeta, donde todo es perfecto, nada falla. ¿Cómo se puede ser tan ciego ante el desbarajuste y la anarquía  reinante? .Tal como dice un refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Por otra parte, no contamos con una oposición que se haga escuchar con propuestas valederas que reflejen, sindéresis. Algunos líderes en los que el país creyó, ahora se pasean muy forondos en otros lugares del mundo, disfrutando de una vida cómoda, lejos del infierno venezolano. Y, los pocos luchadores sociales, sinceros, están de manos atadas ante una maquinaria política gubernamental bien engrasada y con todos los recursos para mantener su estatus, pase lo que pase. En este sentido, hay un comentario generalizado que señala: “si – los actores del Socialismo del Siglo XXI – hubieran utilizado todas las riquezas que tenía el país de forma acertada, seríamos una nación próspera y feliz”.

Puras mesas técnicas y reuniones infructuosas.

Sería injusto dejar de señalar que sí se realizan, por parte de representantes gubernamentales, las famosas “mesas técnicas”, y las hay para todos los gustos: Qué si la mesa técnica del agua, de la gasolina, del gas, del combustible y para usted de contar, pero… qué va, los resultados no se notan, la población no las siente y los habitantes de las provincias siguen sumidos en arenas movedizas: largas colas, poco dinero en el bolsillo de los venezolanos, pobreza generalizada, en una economía dolarizada en la que los trabajadores devengan, ahora, después del aumento del 1 de mayo, 10 millones de bolívares, es decir unos 3 dólares mensuales. Esa es nuestra insólita realidad.

La gravísima situación de la falta de electricidad, los continuos apagones, los cambios de voltaje tiene a las personas sometidas a un estrés constante. Vivimos pendientes de si se va la luz y por cuánto tiempo. Es humanamente imposible planificar un horario laboral y la mayoría de las veces entramos en frustración y desespero porque no se pudo ni siquiera empezar a trabajar.

Esta situación de anarquía y colapso de los servicios básicos: agua, electricidad, comunicaciones, transporte, gasolina, gas. Esta pérdida de valores esenciales para la convivencia, ¡debe parar ¡  Nos estamos acostumbrando a las malas condiciones de vida. Lejos quedó el bienestar de la familia venezolana y cada día que pasa vamos de mal en peor en todos los sentidos.  

Redacción. C.C.

08-05-2021