comunicArte: Bethania Uzcategui, entre lo botánico y lo mitológico

Este sábado 16  se inaugura a las 11 am, en la Sala Unarte de la Universidad Nacional Abierta, la exposición TRÓPICO INTERIOR de nuestra entrañable artista Bethania Uzcátegui.

Los seres de Bethania Uzcátegui carecen de inocencia. Son, sí, la poética expresión de quien se avoca a la laboriosa empresa de consignar la belleza y la atrocidad, la sensualidad y el misterio, y los transmuta en arte. Bethania, con tanta persistencia como maestría, reseña cuanto contempla y cuanto le conmueve y en ese tránsito un sentido superior la impele a crear.

Artista de brillante y amplia trayectoria, ha preferido apartarse del estruendo publicitario y, fiel a sí misma, se ha entregado a hacer lo que tenía que hacer, sin más concesiones que las que le exigen los personajes de su jardín privado. Ellos son plantas animadas, iridiscentes musgos del laberinto de Creta, especímenes escapados del bestiario de una hechicera solitaria. Frutas y flores inclasificables, erizados y voluptuosos centinelas, criaturas fantásticas que pululan al amanecer. Y se mueven lentamente, se enroscan, se exhiben sin pudor, se asoman, trémulos, inquietantes, recortando sus fulgurantes siluetas contra cielos huérfanos de nubes.

Invocados por el alma doliente de Bethania en la hora triste del atropello ecocida que sufre su espacio natal, Mérida, la acompañan en el grito de denuncia que resuena en obras que, por primera vez, son expuestas. Estos cuadros son el retrato bizarro de una ciudad abandonada -una ciudad que ya no es- bajo cuyos cimientos sembró Bethania la semilla de su propia indignación. Una silenciosa y vengativa jungla se apresta, en consecuencia, a desguazarla. Sus insólitas plantas se despojan entonces de carnales y esplendorosas vestimentas y extienden mil brazos para clavar mil garras en el concreto deshabitado. Y las edificaciones quedan así a merced de una hidra vegetal, sometidas a su voluntad.

Sobre el cemento taladrado de ventanas ciegas, con la enmarañada caligrafía de las propias ramas desnudas, Bethania Uzcátegui reescribe otra historia. Es el relato cifrado de la artista; el manifiesto suscrito con pintura y vehemencia de quien, poseedora de un espíritu indomable, se aferra a la vida.

Francisco Itriago