comunicArte: De la tradición a la fe

Se congrega la familia, unos ayudan a buscar los materiales necesarios, otros comienzan la armazón y está quien tiene la idea de la forma final del nacimiento y cómo se dispondrán las imágenes. Todos tienen una tarea y lo más hermoso es el entusiasmo que reina en el hogar por la construcción del pesebre. En ese rincón especial, esperan la mula, el buey, ovejas, vacas, el gallo, y un sin fin de animalitos, además los reyes magos, los pastores, José y María, porque el 24 de diciembre a las 12 de la noche, se junta de nuevo la familia para colocar al Niño Jesús y entre cantos, oraciones, en ocasiones lágrimas de alegría, se anuncia el nacimiento del redentor del mundo.

La elaboración del pesebre es una costumbre entre los cristianos católicos que comenzó a difundir San Francisco de Asís en la Navidad del año 1223. Con el permiso del Papa, puso en una cueva en Greccio, al norte de Italia, un pesebre con paja y organizó con algunos campesinos del lugar un nacimiento viviente para recrear la escena descrita en los Evangelios, y en ese escenario, celebrar la misa de Nochebuena. Este fue el primer pesebre de la historia.

Al transcurrir el tiempo, las personas en los pesebres fueron sustituidas por imágenes y la costumbre se propagó por más países europeos donde predominaba el catolicismo, llegando a América en la época de la colonia, donde las órdenes religiosas utilizaban los pesebres como medio de evangelización de las comunidades indígenas.

Cada país, cada región, pueblo, ciudad, cada hogar decide la forma y estilo del pesebre, que a lo largo del tiempo se ha hecho más elaborado y espectacular, mezclando lo sagrado con lo profano, lo ritual con lo festivo, pero siempre guardando la tradición que ha pasado de una generación a otra. Muchas personas deciden realizarlo antes del 1 de diciembre, a otras le llega el 24 en plena faena. Lo relevante es que el arraigo religioso se imprime en esta obra familiar.

Mérida, por ser en excelencia un pueblo católico, ve y siente en el nacimiento la representación de su religiosidad, de su creencia en el Dios vivo que nace en un humilde pesebre y que se hace misericordioso para salvar a todos del pecado. Una tradición que ha perdurado por siglos, continua vigente y más aun entre los andinos que dedican tiempo y plasman su creatividad en el pesebre para que sea el mejor espacio donde nacerá el Jesús chiquito. Los corazones de hombres, mujeres y niños de fe se abren, pues quieren que ese sea el mejor pesebre donde permanezca El Rey de Reyes y Señor de Señores.

También es tradición entre los merideños, visitar las casas de vecinos o lugares públicos donde haya un pesebre para contemplarlo y admirar cada detalle, cada imagen y el fervor cristiano que se irradia en esa pequeña escena de la historia de la humanidad. Pueden tener grandes dimensiones hasta ocupar una habitación de la casa, otros caben perfectamente en la mesa de la sala, pero todos muestran la intención de que se quiere vivir con entusiasmo la Navidad.

Arelis Chacón, CNP: 16.687