Merideños dicen: ! Necesitamos electricidad para vivir dignamente!

En los últimos días, los apagones, subidas y bajadas de tensión en todo el Estado Mérida y la zona andina en general, son inadjetivables, es decir no hay un adjetivo que califique lo inhumano y trágico que significa, padecer el suplicio , para la vida misma, de no contar con energía eléctrica.

Ante el caos de los cortes de luz, que dejan en las personas una sensación de vulnerabilidad e incertidumbre, todas las promesas hechas por Corpoelec y los representantes gubernamentales de “mejorar el servicio”, se quedan vueltas añicos en muy poco tiempo. Cuando se lograran 8 horas de electricidad continua, casi ponemos una fiesta, porque nos hemos acostumbrado a agradecer lo poco, debido a la desesperación de vivir a oscuras que, a aspirar lo que nos corresponden, algo tan simple como poder contar con el fluido eléctrico en forma normal.

Comenzamos el día esperanzados porque amanecimos con electricidad. Nos preparamos para enfrentar las tareas que suelen ser muchas y variadas en cualquier hogar: preparar el desayuno, poner a lavar la ropa, revisar el correo electrónico, examinar las exiguas cuentas bancarias. Si tienes que redactar crees que vas avanzar en tu trabajo. Si por desgracia tienes una persona enferma en la casa te dedicas a procurarle los cuidados necesarios, aseo, alimentación, en fin, te dispones a existir…! Pero, otra vez de forma intempestiva y desconsiderada, ¡se va la electricidad! Y te quedas con una sensación que va más allá del desconsuelo. Raya en la humillación. Sí, porque sientes que como ciudadano de este país, no hay respeto a tu dignidad. No la hay.

Hace poco nos alegrábamos porque había un poco más de fluido eléctrico, pero los apagones volvieron a presentarse con inusitada violencia. Parece que La Vueltosa, está revoltosa y no quiere ni puede funcionar. La información es escasa, llega a cuenta gotas, mientras tanto el sufrimiento sigue y a nadie parece importarle lo que estamos soportando andinos y zulianos.

También molesta la injusticia porque la gran Caracas y otros Estados “consentidos” metidos en su burbuja, la pasan bastante bien en comparación, ¿Será que somos venezolanos de tercera? Pues no debería ser así, porque por estas tierras, se producen -con gran esfuerzo- entre otras cosas, los alimentos que se distribuyen en el país.

¿Qué progreso y estabilidad democrática se puede alcanzar cuando la ciudadanía está sobrellevando estoicamente tantos desafueros?¿Dónde quedan los derechos humanos de los ancianos, los niños, los trabajadores las amas de casa, los profesionales, que tienen que sentir cómo pasan las horas infecundas, porque sin electricidad nada funciona . “La electricidad mueve al mundo, pero su falta, en Venezuela, es un impedimento para la productividad.

Cuando salgamos de esta etapa de oscuridad y llegue nuestro renacimiento, habremos de recordar, esta época de la historia de Venezuela, como una de las más complejas y difíciles de transitar. Sin embargo, hay algo especial en cada uno de nosotros que nos alumbra internamente y nos mantiene a flote: es el joven que saca su libro y se pone a leer con la luz natural que se filtra por la ventana. Es la mamá que sale al jardín a jugar con sus hijos. Es la señora que se pone a tejer. Es el hombre que arregla un desperfecto en su vehículo. Así es el venezolano honesto y trabajador que se crece ante las dificultades y aunque minutos antes, al sentir el apagón, haya lanzado al aire una imprecación y con sobrada razón: respira profundo y sigue adelante, porque en este escenario tan desgastante, es recomendable no caer en pánico ni dejarnos ganar por la rabia.

Vale recordar una frase de Paulo Coelho en uno de sus libros: “Un niño puede enseñar a un adulto tres cosas: ser feliz sin razón, estar siempre ocupado con algo y saber exigir con todo su poder lo que él desea.”

Redacción. C.C.