Razones y pasiones: Mérida una ciudad con un vertedero por dentro

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

En el mundo de hoy, centrado en el avance  del conocimiento, las ciudades deben ser espacios donde sus habitantes vivan saludablemente, con la comodidad que representan los servicios públicos satisfactorios e ininterrumpidos, los centros recreativos  y de salud adecuados, los institutos educativos dignos,  el tránsito ordenado, el transporte público eficiente, calles sin huecos, un ornato público atractivo y, de manera muy especial, limpios, muy limpios. Para esto último resulta fundamental que de acuerdo a procedimientos científicamente planificados, ya puestos en práctica en muchas ciudades de América Latina, los desechos sólidos sean recolectados en forma sistemática, con programas diseñados de manera tal que la misma  no tenga soluciones de continuidad y se den en forma apropiada los proceso de transferencia y de asiento definitivo en vertederos, bajo normas internacionalmente aceptadas.

¿Es  posible que lo indicado anteriormente como necesidades puedan ser satisfechas? No  hay la menor duda. Curitiba en el Brasil  y Medellín en Colombia, son muestras objetivas de que cuando los gobiernos nacionales, regionales y municipales se ponen de acuerdo para hacer prevalecer el interés por sobre cualquier bufonada política o partidista, las cosas se pueden encausar adecuadamente. Pero esas aspiraciones parecen entre nosotros cada día más distantes, pues ni siquiera el gobierno nacional en programas que no  requieren para concretarse  acuerdos con ningún otro nivel, actúa, si es que actúa, inapropiadamente. Es el caso, por ejemplo, de las deterioradas carreteras nacionales, la electricidad y el agua.

Los que sentimos nostalgia por esa ciudad de antaño, limpia, acogedora, ordenada, hoy podemos decir que es un pueblo marginal con un vertedero por dentro. Y que la basura tiene como fondo que la enmarca, paredes chorreadas, sucias, estropeadas, desagradables, que hieren la vista. A ello se agregan los pastizales en que se han convertido las avenidas, desdiciendo de todo de lo que se espera sea una ciudad turística. Y lo peor es que aunque el gobierno regional y municipal tengan las mejores intenciones, le será muy difícil resolver el problema, pues intencionalmente el régimen le niega los recursos que por ley le corresponden, y sin  ellos, aunque se den procesos educativos que logren la concientización ciudadana para lograr comportamientos disciplinados, hay aspectos que inevitablemente dependen de las posibilidades económicas, como pasa con los camiones especialmente diseñados para la recolección de los desechos.

No sabemos cuáles; pero hay que buscar soluciones inéditas que resulten de lograr acuerdos de la más diversa índole con todos los factores de nuestra sociedad. Es tarea y responsabilidad de nuestros gobernantes. Quienes de oposición participaron como candidatos en elecciones para gobernadores y alcaldes, sabían a  ciencia cierta que si ganaban,  serían objeto de un marginamiento miserable por parte de un régimen que a toda costa intenta evitar que se pueda lograr algo positivo en donde perdió, manteniendo el  deseo politiquero de que solo se debe apreciar comparativamente lo que hacen sus adláteres desde gobernaciones y alcaldías.