Un mar de fueguitos

En «El libro de los abrazos”, el escritor uruguayo, Eduardo Galeano publicó un relato que se titula  «El Mundo» y habla de la sociedad como «un mar de fueguitos». Y si lo leemos detenidamente podemos hacer una serie de analogías con lo que en realidad acontece en el devenir de la vida

«Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana.Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás”

Y la moraleja que relata el autor es: No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende». 

También nuestro país es un”mar de fueguitos”. Si alguien nos viera  desde más allá de las estrellas se daría cuenta de que a pesar de todas las tempestades  que  tenemos que soportar diariamente, cada uno de nuestros fuegos, el suyo, el mío, no pueden apagarse tan fácilmente. Los millones de “fueguitos” que somos, refulgen, existen.

Tienen fuego las madres que muy tempranito arreglan a sus hijos para ir a la escuela. Son valientes y bien dispuestas a enfrentar lo que venga, caminan si es necesario, llevando de la mano sus tesoros y después de franquear muchos obstáculos los deja, llenándolos de bendiciones, para después irse a trabajar.

Tiene fuego en el alma los padres responsable que no abandonan a su prole, que les procuran todo lo necesario  para que crezcan sanos y con valores morales. Así serán  ciudadanos útiles para su país.

Tiene fuego la maestra que aun cuando no pudo desayunar bien, porque solamente le quedaba un pan y algo de café, salió muy de madrugada  para estar a tiempo en la puerta del colegio y con una hermosa sonrisa en el rostro prodiga cariño a los pequeños que van llegando con sus mochilitas de colores cargadas de esperanza.

Tiene fuego  el personal de salud, médicos, enfermeros(a), capaces de cuidar con diligencia a todos sus pacientes por igual. No importa si tienen dinero para pagar la consulta, o no, saben que  ejercer su profesión sin distingos de credo, color, raza o condición social  es su deber, y que muchas, muchas veces un “Dios le pague”, es la mejor fortuna que puede recibir. Dios si paga, y muy bien a quien actúa con bondad y honradez.

Tiene fuego  en el alma, el Comunicador Social que lleva con orgullo su misión de informar, y apagado a la verdad, sin mentiras ni chantajes, puede con la frente en alto, encontrar los argumentos para defender su labor; utilizar su pluma, su cámara, su grabador  para describir realidades, las que se ven, las que se palpan, las que forman parte de la historia de un pueblo.

Tiene fuego en el alma el taxista, el conductor de autobuses, que transita las calles y avenidas, llevando su carga de personas que requieren de sus servicios, de su amabilidad. Cobra lo justo, respeta a los ancianos, en una palabra cumple con su deber.

Tienen mucho fuego en el alama los que pertenecen a organizaciones cuya misión es ayudar al prójimo, sin pedir nada a cambio, solamente los mueve su condición altruista de mitigar las necesidades de sus semejantes.

Tienen fuego en el alma los libreros, los  contadores, los abogados, los  trabajadores de los servicios públicos, los profesores  los bombero, los policía, los jardineros, en una palabra todos los que conformamos esta nación llamada Venezuela, que con tantos y tan brillantes “fueguitos” juntos, podemos hacer una hoguera  maravillosa, que irradie, que de calor, que espante el miedo. No importa cómo sea su fuego, lo importante es que  no deje que se apague, protéjalo contra el viento fuerte, venga de donde venga. Protéjalo contra las tormentas. Haga que en su fuego brille la fe y la esperanza  que alejarán la temible oscuridad. Resplandezcamos con nuestra luz, pero también alumbremos a los demás porque  es muy cierto que “en la unión está un poder especial, el poder del amor. Pero, jamás permitamos que nuestra hoguera se salga de control, porque de ser así, lo arrasará todo, dejando la tierra destruida, yerma, inútil.

Arinda Engelke.